Muchos me han preguntado el por
qué dejé la música, por qué me metí a estudiar Relaciones Públicas, por qué “dejé”
de cantar… o de componer… Para dejar estas preguntas atrás las responderé de
inmediato.
Entré
al Instituto Profesional Escuela Moderna de Música a estudiar canto el año
2007, para transformarme en algo que aún no sabía qué era. Lo pasé increíble,
odié teoría y solfeo y me integré a la banda de Rock Progresivo “Zydra”. Una de
las primeras aventuras que me ofreció la musiquita desde una plataforma más profesional.
Pasó el tiempo y no me gustó mucho la carrera, ya que no integraba todo lo que
quería aprender… En Zydra encontraba armonías y métricas que me llamaban la
atención, pero que sabía que jamás podría llegar a su génesis (por mi dispersidad) desde esa carrera; asique
decidí cambiarme a Especialista en Arreglos Instrumentales y Composición de
Música Popular. El año 2008 entonces, ingreso a mi nuevo año “universitario” a
esta nueva carrera (apodada composición y arreglos) y me enamoré. Me enamoré
hasta la última semifusa que me tocó leer, me enamoré de la armonía por sobre
todas las cosas, me enamoré de mis profesores y tanto fue el amor que pelié
muchas veces con el piano… uno de los sujetos que pasaron a ser un adjetivo
calificativo para el estudio de mi adorada música.

Javier
Farías, mi profesor y maestro de composición –aunque si me leyera no creo que
le gustaría que lo llamase así- me enseñó y me guió 3 años dentro de “La
Escuela”. Con una delicadeza única mostró la estética subjetiva, el equilibrio
singular, los estilos particulares de cada uno; integrando pedidos que iban
desde obras para piano y cuartetos de cuerda, pasando por funk, rock, blues, bossa
nova y jazz, hasta llegar al queridísimo
folclor. Y es aquí donde me toca mencionar a otro grande, Pedro Suau, cálido,
suave, humano hasta el último rulo que su cabeza quiso hacer crecer… el hombre
de Taller Latinoamericano. Él era el encargado de enseñarnos todos esos ritmos
hermosos que posee nuestra América latina: Landó, Cueca, Huayno, Bolero, entre
otros; pero además me enseñó a escuchar, a sentir quién está tocando al lado
tuyo… a escuchar qué tiene que decir la música y el instrumento. Qué es lo que
pide la música! Escuchar con el corazón humano. Por otro lado esta Waldo Parra…
profesor de mi odiada teoría. Otro humanoide en este loco mundo lleno de gente
disparatada, aburrida y estresada. Él fue quien me enseñó a abrir los ojos a la
realidad, además de obviamente solfear y escuchar todas las notas formando
acordes y colores diversos. Él fue quien me despertó con sus historias y
chistes y me demostró que la música no es sólo un millón de acordes y melodías…
sino que tras ellas existía una historia, una realidad única… un mensaje que se
quiso plantear y hacer llegar a todos nuestros oídos dormidos ya por la
comodidad. Fue él quien me dio el teléfono de su propia madre para ir a
investigar folclor y preguntarle todo lo que quisiera!! Otra aventura que
contaré más adelante… Después me encontré con Pablo Bruna, un locateli del
piano. Partió enseñándome armonía clásica… imagínense! Yo quería romper todas
las reglas, quería hacer algo disonante y estropear toda esa maravilla que me
estaba enseñando el pobre! Pero qué paciencia… Luego lo pedí de profesor de piano,
lo desaproveché como loca! una verdadera loquita; pero él no sólo me enseñó
piano, con él me di cuenta que no estaba sola en el mundo y que habían momentos
para todo. Para reír, soñar… tirar una canita al aire. Además obvio que le
seguía preguntando sobre armonía y, me llegué a enamorar tanto de ella, que al
año siguiente, además de tener con Toly Ramirez (maestrisisisisismo) me metí a
clases particulares con mi querido amigo Ivo Yopo (Guitarrista de sesión –entre
ellos Myriam Hernández- y productor). Toly Ramirez es otra experiencia… sufrí y
lloré de alegría. Desde sus ramos de instrumentación, armonía y arreglos me
enseñó que ser músico es un oficio 24/7 y que debemos, como compositores, saber
a quién le escribimos para saber cómo y qué escribirles. Y aunque piense que
las mujeres no son para la música (comentario que odié!)… me trató siempre como
a uno más de mis compañeros… poniéndome el primer semestre de arreglos puros 3 y 4 jajaja, llegando al segundo con
muchos 7!! YEAH. Casi todo lo que se, se lo debo a él y a su cara de enojado…
aunque, como soy buena para preguntar, un día le pregunté si le pasaba algo… me
respondió que estaba contentísimo, pero por dentro jaja.

Conocí
a tanta gente en ese edificio enano… conocí a tanta otra gente gracias a la
gente de ese edificio enano. Al simpático Pablo Lecaros y nuestras
conversaciones de pasillo (que derivaron a una invitación para que cantara con
su hijo Andrés), al coqueto Enrique Baeza y su claridad, conocimiento y humor
frente a tantos temas… más de alguna vez me prestó su sala para practicar piano
antes de una prueba. Al paciente y generoso Sergio Berchenko, otro humano más
dentro del lugar al que le ayudé a editar partituras; Ramiro (Ramirocuai) y sus
secuaces, el Montes… gran ingeniero en sonido, Patricio Aguilar un hombre cálido
y justo, al servicio de quién lo necesitara; Gloria Pérez y Consuelo Schuster
que me dieron algunas que otras clases de canto… tanta gente que tengo que
nombrar!!! Todos y cada uno especiales en mi evolución como ser humano y como
músico.
Después
de años tan lindos ligados estrictamente a la música, a sus necesidades y a
estas hermosas personas… es IMPOSIBLE que deje de hacer música, porque ésta se
volvió una adicción. Después de hacer
trova, subirme a escenarios a cantar Rock Progresivo, hacer un dúo vocal
de bagualas y zambas, cantar Country Outlaw con Andrés Lecaros, crear mi grupo
de rock pop para luego irme al blues con Velvet Cité, apañar a mis amigos en
presentaciones de guitarra o bajo o a mis mismos compañeros compositores… o
cantar mis canciones para composición… Hacer música para obras musicales, hacer
jingles, llegar a cantar con el maravilloso coro “Just a Choir” en el Festival
Maquinaria 2011 junto a Faith No More… no es algo que se sale de inmediato. De hecho,
creo que es algo que jamás se me irá.

Entonces
les respondo de nuevo, no… no me he desligado de la música, sigo cantando por
ahí y por allá, sigo componiendo, de hecho sigo estudiando composición y
arreglos de manera particular con Guillermo Rifo, una persona dulce y generosa.
Pero decidí salirme de la Escuela porque no están cuidando a sus profesores ni
a sus alumnos y, además, porque Chile necesita gente que haga algo con la
cultura nacional.
Antes
de salirme de la escuela, me metí a trabajar a Radio Tierra (creación de La
Morada) y estuve un año haciendo un programa llamado La Butaca, donde hice
entrevistas a mujeres músico afamadas en nuestro chilito. Luego, ya este año, me
metí a Realismo Visceral (nacido de CAIP) y a Attack.cl a hacer entrevistas
escritas, columnas y artículos, para después entrar en conversaciones con Rolo
Ramos y su nueva radio “Todos Juntos” (pura música nacional emergente y actual).
Fueron éstos los elementos finalmente decisivos para mi “renuncia” ante la
escuela. Si tengo acceso a estos posibles espacios de difusión musical, ¿Qué
estoy esperando? Lo tomo y lo uso para generar más espacio para todos nosotros y
¿cómo lo logro a mayor escala? – Relaciones Públicas. Asique ahora aquí me
tienen… feliz estudiando con uno de los grandes de la música nacional, componiendo
para orquesta de cuerdas y para mi banda Velvet Cité, sacando maravillada la carrera Relaciones
Públicas en la Universidad del Pacífico, creando espacio para la música chilena
y para las voces de todo compositor que quiera que su mensaje sea difundido por
el país y el mundo… Asique, no. No estoy ni un poquito alejada de la música, ni
un poquito alejada de mi hogar.

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